domingo, mayo 15, 2011

Si no me nombras, no existo

Si no me nombras no existo

Por un lenguaje inclusivo, neutral y no discriminatorio


“Cuando la primera mujer hablo, provocó el pecado original”, “Si a la mujer se le permítase hablar otra vez, volverá a traer ruina al hombre”. Bien decía Galeano en uno de sus escritos sobre la mujer, que se han creado diversos mitos en el transcurrir de la historia acerca de que la mujer es una “escoria” social, el terror y error decadente, el aderezo que condimenta “lo fundamental”, el punto luego de una larga oración, o un escaparate que a lo sumo adorna la sociedad con flores y detergente. Mitos que han traído como consecuencia, una visión de un mundo con “privilegios” sólo para algun@s. Valga la redundancia, un mundo desprocionadamente desigual. Es por eso que uno de los problemas fundamentales por lo que esta idea misógina sigue perdurando es porque, conciente o no, la dejamos pasar por alto.

Durante mucho tiempo, la mujer ha sido considerada como “pasajera de segunda clase”, propiedad y no propietaria, posesión y no dueña, objeto y no persona, etc. Haciendo de este posicionamiento una jerarquía discriminatoria, en casi todos los aspectos existentes. Se han creando moldes determinados respectivamente para cada género: pantalones y carritos para los “hombres”; y faldas, labiales y muñequitas para las “mujeres”. Sintetizándolo en estereotipos banales con el fin de fortalecer a una determinada ideología: la ideología patriarcal. La que posteriormente, acabaría por convertirse en una “cultura”; es decir, una cultura patriarcal.

Desde que venimos al mundo y nos hicimos partícipes herman@s de la Tierra, el lenguaje ya existía y nosotros simplemente, a costumbre social la tomamos como medio de “expresión”. No la domesticamos, al contrario, ella nos domesticó a nosotr@s. Nos enseñaron y acostumbraron a que si por ejemplo decimos: “Los derechos del hombre” o “El hombre de las cavernas” por dar un ejemplo un poco “general”, estamos a la vez incluyendo al género femenino, es decir, haciendo uso de una supuesta lengua neutra. Cuando en realidad, no es más que una forma sexista de marginación y dominación que impuso la cultura patriarcal desde ya otros tiempos.

En el caso de la lengua española, hay dos géneros en la gramática: el hombre y la mujer. La “o” indicativa del masculino, y la “a” del femenino. Esta forma exclusiva del lenguaje ejerce una enorme diferencia y vacío a la hora de querer expresar con palabras, algún sentimiento o idea. Esta se vuelve especie de “sobreentendimiento” en referencia “inclusiva” al otro género; en realidad, eliminando uno en la falsa representación de un/una plural.

Vemos también que, por ejemplo, en lo que en términos masculinos tiene un valor, en el género femenino tiene otro; y “coincidentemente” algunos más desvalorizados de los otros. Por ejemplo, si buscamos en el diccionario la palabra “golfo” nos encontraremos con el significado de “pillo”, pero si le cambiamos el género a la misma indagación (“golfa”) su significado es de “ramera”.

Con la utilización de este lenguaje “masculino-general” se está, en otras palabras, invisibilizando a la mujer, del modo del que lo hacen muchas turcas en los rostros del medio Oriente. La mujer sigue siendo observada muy por debajo. ¿Acaso no te suena palabras como: “los Derechos del hombre…” o “Cuando el hombre llegó a la luna…”? Otro ejemplo, es cuando en ocasiones se remite una carta de invitación, o comunicado, digamos vía domiciliaria, y se coloca “Señorita Fulana de tal”. Es decir, ¿porque no poner el nombre completo de tal Fulana, si ella también existe, ella también tiene nombre? ¿Por qué molesta tanto escribir la propia identidad del femenino? O por ejemplo, cuando una joven recibe una carta de Admisión de una universidad o algún lugar, ¿por qué se coloca “Admitido” y no “Admitida”?.

O ¿por qué existen “astronautas”, “mecánicos”, “albañiles”, etc. y no existe alguna palabra para ellos en femenino? Otra forma de marginación lingüísticamente sexista, es la de comparar a la mujer con la infancia, dando a entender de que tienen cualidades semejantes, como por ejemplo la debilidad, por la que lleva la “necesidad” de ser protegida Ej.: “Las mujeres y los niños primero” o “Mataron a 120 personas, entre ellas 40 mujeres y niños”, como salen muy a común en las películas y en los noticieros.

Otro caso son los vacíos léxicos, en el que existen determinadas palabras según para cada sexo. Como “arpía” (mujer), “caballerosidad” (hombre). No existe “arpío” o “damisidad”.
Muchas personas, sobre todo las que se dedican a escribir, conocen la importancia de cada palabra, la posibilidad de poder cambiarlas evitando marginación. Saben que existen palabras que aspiran a la imaginación y que desde ahí se pueden transformar y transmitir ideas, por tanto saben cuan importante es ser nombrad@ o no. Es como el narrador de cuentos, que sólo lo que nombra llega a tener vida…llega a existir.

El lenguaje del masculino-general es consecuencia del androcentrismo. Y esto lo vemos día a día en las calles, en los colegios, oficinas, centros laborales, incluso en los mismos medios de comunicación. Tal es la fuerza y preponderancia del machismo en diferentes expresiones del lenguaje, que sigue impidiendo ver lo evidente: Una mujer no es un hombre, ni viceversa; y que el lenguaje neutro no existe… si es que no lo cambiamos. Pues esto ciertamente nos aleja como seres human@s.

Sin embargo, much@s aún se aferrar a continuar con el uso del lenguaje masculino-genérico, según dicen, por defensa de las normas gramaticales de las “Academias de la lengua”, que no es nada menos que una imposición más. Cuando, en realidad, el diccionario Universal fue creada por “hombres”, pero no hombres cualquiera, sino hombres de “poder”, grandes “ilustres”, que adjudicaron que “tal” forma lingüística sea norma. Ahora, esta es la base lingüística que desde temprana edad nos enseñan.

Wittgenstein decía “Los límites de mi lenguaje, son los límites de mi conocimiento”. Si en algún momento, hubiera habido un lenguaje neutro, por la trama y contexto histórico, tampoco lo hubieran aceptado. ¿Por qué? Porque seguimos viviendo o hemos estado viviendo por muchos siglos, dentro de una cultura patriarcal, es decir de preponderante en el género masculino. Lo que ha generado dominación y recatamiento, marginando “involuntariamente” al género opuesto en términos secundarios. Es normal entonces, que nuestra lengua tenga un acostumbrado sexismo. Esto no quiere decir que el toparnos con este lenguaje machista sea una garrafabilidad, una falta incometible, una mancha la cual hay que inmediatamente eliminar, o condenar a una persona por seguir utilizándolo. No. No hay que sentirse culpable si nos llegaron a imponer una determinada lengua, un determinado lenguaje. El lenguaje es algo del día a día, y que por tanto, podemos cambiar si lo hacemos una constante práctica.

¿Es que acaso olvidamos que tenemos más de una opción en el trayecto? Que la multiplicidad del abanico de nuestras elecciones tiene horizontes infinitos. Y que es por eso mismo que la libertad es tan importante para confrontar esos límites predeterminados, que ya en el lenguaje son parte de una forma muy egoísta y separativa para comunicarnos. Es entonces, donde la literatura aparece envainando sus trajes… Un lugar, un espacio, un momento que permite poder cambiar “la realidad”, subvertir las normas de la escritura, jugar sin jugar a las escondidas. Y es que parece raro, pero así como jugando, es donde se puede re-inventar el lenguaje. Licuar la costumbre.

La importancia de que exista un lenguaje inclusivo, es que haya una plena neutralidad y sincera igualdad para ambos géneros. Esta tara se puede superar. El lenguaje también puede ser un instrumento de cambio. No existe un corpus unánime y determinante. Existe una amplia gama de posibilidades, una multiplicidad de palabras llenas de unificación, que si nos proponiéramos a darle un uso constante, estaríamos contribuyendo a no marginar a otr@s. Paralelamente, lo más probable es que esta práctica haga sentirnos emocionalmente más equilibrados, si es que se es conciente de las causas y los efectos que tienen.

Como algun@s ya sabemos, existen alternativas: puedes usar “x” en vez de la “o” y la “a”, puedes usar “=” como haciendo alusión a una igualdad, usar # ,*, }, etc. Puedes usar cualquier símbolo que creas conveniente a conciencia. O quizá usar el “@”, como en el texto que estas leyendo.

Para ello, es necesario transformar las relaciones sociales entre los seres humanos y no humanos. Hacer un cambio estructural, proponer alternativas y que ese cambio se refleje en el lenguaje. Que sea ese el reflejo de espíritus libres, críticos y concientes. Para poder vivir más en armonía, para dejar de ver a la mujer como simple espectadora de lo que sucede alrededor.


¡Por un lenguaje más justo, menos violento, e inclusivo¡